Enlazando con la entrada anterior, el verano puede también ser un magnífico escenario para desarrollar y disfrutar de otra interesante modalidad de coleccionismo, lo que podríamos denominar "Coleccionismo de viajes", y donde tendría cabida la recopilación de múltiples elementos, en formatos muy diferentes, todos ellos relacionados con el evento vivido, viaje realizado, lugares visitados, etc. 

Los recuerdos se alojan en la memoria y pasan a formar parte de nuestra experiencia, esa película de nuestra vida cuya evocación es fuente de satisfacciones y acaso también de nostalgia. El tiempo pasa y cada vez van quedando más atrás aquellos viajes de siempre, las personas que ocasionalmente conocimos y nunca más hemos vuelto a ver.  

Pero, ¿y si aún pudiéramos conservar algún trozo de esos recuerdos?, un fragmento material y palpable de que un día estuvimos allí, en lugares que poco a poco se han ido difuminando. Sería como coleccionar recortes de vida, guardarlos como un tesoro para disfrutarlos en cualquier momento.

Aquel restaurante de l'île de Sant Louis, en París, donde tan bien comimos, la exposición que vimos en Barcelona con los tesoros del faraón Tutankamón, sin tener que volar hasta Egipto...o los instrumentos musicales del Klingende Museum de Berlín. Acaso la perspectiva desde los Acantilados de Moher o las callejas del Mont Saint Michel.





Y ¿por qué no?, la cerveza de Berlín o la que nos pusieron en un pub en Dublín, mientras escuchábamos en directo el Here comes the sun de The Beatles






El auténtico coleccionista no encuentra límites a su deseo de retener el mundo entre sus manos, en el reducido espacio de sus archivadores. Los filatélicos tienen a su alcance, mediante el sello, toda la historia, las gestas y los logros de la humanidad. Pueden además tocar directamente cartas y documentos que un día tuvieron un significado para quienes las enviaron y también para sus destinatarios. Cartas de amor, correspondencia de guerra, negocios que se cerraron por mediación de las palabras contenidas en una cuartilla de papel y que luego viajaron con la vestidura de un sobre y el salvoconducto de un timbre postal.


Desde Roma se envió la postal que reproducimos a continuación, en junio de 1900, en el último año del siglo XIX, y en ella se aprecia una inusual panorámica nocturna del Foro (en primer término el arco de Tito, y detrás el Coliseo). Se trata de una carta que una hija dirige a sus padres (en Barcelona), relatándole las incidencias de su viaje. 


Y qué decir de esta otra tarjeta postal fechada en Cáceres, en 1901, con poema incluido....


Viajes, transportes, rutas que quedan documentadas en los correspondientes billetes, dando testimonio de que un día estuviste a bordo de un convoy en ruta hacia cualquier parte, escuchando el rumor de conversaciones en idiomas distintos al tuyo, fijos los ojos en otros rostros, en el continuo vaivén de la gente que aparece y desaparece de plano a cada nueva estación. 




Billetes de transporten público de Berlín, París y Dublín

Las horas de descanso en hoteles que fueron nuestra segunda casa también tienen su sitio en esta peculiar colección. Qué mejor recuerdo de aquéllos que un puzzle de jabones cuyo aroma nos devuelve esos instantes en latitudes lejanas.