Desde el mismo momento de la aparición del sello de correos en 1850 cierto número de usuarios buscaron mil maneras de eludir el pago de los envíos. De todos es sabido que el primer falso postal del mundo apareció en nuestro país y precisamente tratando de imitar (de una manera muy tosca, por cierto) al primer sello español: el 6 cuartos negro.

Este dudoso honor de contar con el primer sello falso del mundo no fue un hecho casual ni aislado. Prácticamente todas las emisiones del siglo XIX sufrieron falsificaciones a manos de desaprensivos que (siempre que no fueran cazados) conseguirían hacer negocio defraudando a la Renta de Correos. De hecho ningún otro país del mundo salvo España se vio obligado a sacar una emisión diferente cada año y a incluir tantas marcas secretas de autenticidad para prevenir este tipo de prácticas.

Pero la falsificación de sellos en curso no era el único tipo de fraude que se perpetraba en nuestro país. En el siglo XIX era un hecho relativamente frecuente reutilizar para el franqueo sellos ya usados, después de haber lavado el matasellos. Esta práctica fue duramente perseguida por parte de las autoridades postales imponiendo a los infractores fuertes multas a modo de escarmiento.

Una práctica menos habitual, además de sorprendente, sería que los defraudadores, no fueran personas particulares y usuarios del correo, sino los propios empleados del ramo. En el caso de ser descubiertos, no solo se enfrentaban al abono de la sanción económica, sino al más que posible despido del cargo que ocupasen.

A continuación os ofrecemos tres ejemplos de fraudes postales perpetrados por funcionarios de correos de una misma administración de Correos (Cáceres):

El primer ejemplar es el de una carta circulada el 11 de noviembre de 1857 entre Cáceres y Trujillo con el sello de 4 cuartos rojo sin filigrana de la emisión de 1856 (nº 48 de Edifil):


El sello, como puede verse en la imagen aumentada, ya contaba con dos estampaciones bastante evidentes (una de parrilla y otra de un fechador tipo II). El defraudador, no se tomó si quiera la molestia de lavarlo para tratar de eliminar los matasellos con los que fue marcado. El sello, sin embargo, fue vuelto a obliterar mediante un nuevo cancelador de parrilla muy entintado para intentar camuflar la huella del fraude.

La segunda de las cartas es un poco similar a la anterior en cuanto al modus operandi : Se encuentra circulada entre Cáceres y Monroy y fechada el 6 de abril de 1859. Posee el mismo sello que en el caso anterior (Edifil 48):


Otra vez el sello, que ya contaba con una parrilla como estampación, fue despegado de su carta primitiva y pegado en esta para ser posteriormente matasellado con un cancelador Rueda de Carreta de Cáceres, todo lo entintado y aceitoso que fue posible.

En ambos casos sospechamos que los fraudes fueron cometidos por el funcionario de Correos, puesto que sería temerario para el remitente franquear una carta con un sello ya servido con unas estampaciones de otros matasellos tan ostentosas y poco sutiles. Un particular no sería muy lógico que se expusiera a ser denunciado por esta práctica que, casi con toda seguridad, no habría pasado desapercibida en la oficina postal donde debería ser despachada.

La reconstrucción que hacemos sobre como pudo haber sucedido el episodio en los dos casos anteriormente descritos es la siguiente: Un particular aparece en la oficina de correos de Cáceres con una carta aún sin franquear. Desea pagar el sello en la propia oficina y así se lo dice al empleado. Este le cobra el porte de la carta y se queda con esta para pegarle posteriormente el sello, excusando que en ese momento se encuentra ocupado. El usuario se marcha tranquilo en la creencia de que el empleado (al que es muy posible que conociese previamente) ya se hará cargo de todo. Lo que no sospecha es que éste se quedará con los 4 cuartos entregados, por lo que arranca el sello de alguna otra carta no reclamada que tuvieran por allí y se lo planta a esta, para posteriormente emborronarlo todo lo posible mediante su matasellado.

El tercer caso que presentaremos ocurre unos años después de los anteriores episodios, concretamente el 28 de marzo de 1864 en que se despachó en el correo de Sevilla una carta con destino a Cáceres franqueada con el sello de 4 cuartos rosa de la emisión de 1864 (Edifil 64). Al no encontrarse el destinatario en Cáceres, la carta fue reexpedida a Arroyo del Puerco:


El sello presenta una obliteración mediante cuatro rayas trazadas a pluma y tres estampaciones del matasellos Rueda de Carreta de Cáceres. El trazado de las rayas termina abruptamente en los bordes del sello, lo cual nos induce a pensar que fue despegado de otra carta y pegado posteriormente en el sobrescrito.

La lectura que hacemos de esta pieza es la siguiente:

La carta salió desde Sevilla perfectamente franqueada y con el fechador de salida estampado en su frente. Sin embargo es muy posible que en la administración postal sevillana olvidaran cancelar el sello con su correspondiente rueda de carreta, por lo que viajó hasta Cáceres sin matasellar. El empleado de Cáceres se percató del hecho y antes de reexpedir la carta a su definitivo destino decidió despegar el sello sin usar quedándoselo para él y sustituirlo por uno ya anulado. Para disimular el fraude le estampó tres veces el RC 22.

A pesar de que esta medida podría llegar a llamar más la atención sobre el sello, parece que pasó desapercibida al destinatario y al empleado de Correos que la entregó en Arroyo.

Como podéis ver son tres fraudes al Correo realizados en la misma administración. Desconocemos si serían todos cometidos por la misma persona o si fueron diferentes empleados. Tampoco podemos asegurar si estamos ante hechos puntuales realizados cuando surgió una oportunidad o si obedecían a un plan a mayor escala. De lo que no nos cabe ninguna duda es de que el operario se jugó el puesto de trabajo por el valor facial de un sello de correos.


Escrito por
David González Corchado