Hubo un tiempo en que España fue una nación que abarcaba posesiones en todos los continentes, alcanzando su cúspide territorial alrededor de 1790. El tránsito de personas y bienes que se generó constituía el comercio de las Indias, el más importante del mundo desde el siglo XV hasta comienzos del XIX. Fueron siglos de protagonismo español en la política internacional, que se vieron reflejados en ingentes acuñaciones de monedas de ocho reales de plata, más conocida como real de a ocho, del tipo columnas y mundos, nombradas comúnmente columnarios por presentar en el reverso las dos Columnas de Hércules.

Estas piezas estaban dotadas de una belleza singular y transmitían una sensación de solvencia poderosa y señorial, propia del gran imperio que otrora fue España, al igual que sucedía con los ases y sestercios acuñados durante el Alto Imperio romano.

La primera moneda de este tipo fue acuñada en México en 1732, aunque existen antecesoras con formatos más o menos aproximados; también fueron acuñadas con esa tipología piezas de 4, 2, 1 y 1/2 real. Esta moneda estuvo íntimamente ligada a la gran aventura americana y de la misma deriva el dólar, cuyo símbolo es una simplificación de las dos columnas con una S, que representa la banda con la leyenda Plus Ultra que las envolvía. Éste signo se ha generalizado como indicativo genérico del dinero.

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De las minas del Potosí (Perú) y de México principalmente, ya que existieron otros emplazamientos menos productivos, se extrajeron grandes cantidades de plata que era transformada en monedas y en barras, luego transportadas a la península en galeones que fondeaban en Cádiz y en Sevilla. Como curiosidad podemos reseñar que, al contrario que el oro, la plata del Nuevo Mundo resultó abundantísima, si bien la cantidad que llegó a España no se sabe con exactitud ni se sabrá nunca, porque el fraude era importante. Vemos que en este país hay cosas que nunca cambian.

Los reales de a ocho columnarios alcanzaron una reputación universal y fueron la primera moneda de reserva mundial, siendo admitidos para el comercio y como circulantes en Inglaterra, Portugal, Norteamérica, Antillas, Filipinas, China, Japón, Indochina, Malasia, India, Australia, etc., para lo cual fueron oportunamente resellados, circunstancia que constituye una fuente de variantes muy atractivas para los coleccionistas. Su tipología y dimensiones fueron variables, pero siempre cercanas a los 4 centímetros de diámetro y a 27 gramos de peso. Por su historia y belleza hoy día es una de las monedas más coleccionadas internacionalmente.

En las cecas peninsulares también se acuñaron reales de a ocho, pero con tipología diferente y con tiradas bastante más reducidas.

Durante el reinado de Carlos III se introduce una sustancial reforma en la moneda, ordenándose la supresión de todas las monedas circulantes y su sustitución por otras nuevas. En cuanto a las piezas de oro y plata se dan como razones “lo expuesta que se halla a su falsificación la mayor parte de la moneda de plata y de oro y el cercén que padece”. En definitiva lo que se perseguía era la desaparición de las monedas defectuosas y las macuquinas (piezas acuñadas sobre cospeles cortados y sin cordoncillo en su perímetro), que circulaban en grandes cantidades, lo cual constituía un verdadero fraude por la falta de peso al ser limadas o recortadas para conseguir unos pocos gramos del preciado metal.

Con motivo de las sucesivas modificaciones, a partir de 1772 cesa la fabricación de los columnarios y se crea una nueva moneda de real de a ocho, denominada tipo busto, que lleva el busto del monarca en el anverso y escudo coronado en el reverso. Estas piezas se elaboran en las cecas peninsulares y en las americanas.

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Estas líneas quedarían incompletas sin una reflexión, aunque sea somera, de lo que supuso para los pueblos indígenas la llamada Conquista de América, de la que España obtuvo tantos beneficios. Es sabido que el análisis de los hechos históricos ha de estar enmarcado en las circunstancias del momento, so pena de caer en un revisionismo inconsistente, pero ciertamente necesitamos hacer un esfuerzo a fin de que el pensamiento no resulte excesivamente condicionado por la mentalidad actual.

El estudio de aquellos hechos ha provocado ríos de tinta, con versiones variadas y puntos de vista de todos los ángulos posibles, y no podemos evitar la sensación de que la historia oficial, la que nos enseñaron, estaba incompleta, pues lo que para unos fue una epopeya memorable, una gran gesta de conquista, expansión, progreso y hasta de evangelización, para otros esos términos no son más que eufemismos que enmascaran realidades muy distintas tales como imperialismo, esclavitud, trabajos forzados, expolio, genocidio, pandemias y hasta desastre medioambiental. Quizá estos sean los símbolos más antiguos del dinero.


Escrito por: Francisco Javier García Ramos

BIBLIOGRAFÍA:
VILAPLANA PERSIVA, Manuel: Historia del real de a ocho, Universidad de Murcia, 1997.